DISCURSO DE ORDEN DEL MASTER EDGAR CASTELLANOS REAL, EN LA SESIÓN SOLEMNE DE CONMEMORACION DEL CENTÉCIMO CUADRAGÉSIMO NOVENO ANIVERSARIO DE FUNDACIÓN DEL COLEGIO NACIONAL BOLIVAR
Distinguidas autoridades de la ciudad y la provincia, queridos alumnos, maestros, personal administrativo y de servicios de esta casona ilustre, amigos que nos visitan, señoras, señores:
Abril es el mes en el que el Ecuador entero festeja a Ambato. Es el mes en el que se honra a la tradición de estudio, enseñanza y a la inteligencia. Iniciamos este mes celebrando a los maestros el día 13; y, hoy, día 27, casi culminando el mes, festejamos a nuestra casa espiritual. Si, por que este, el Colegio Nacional Bolívar de ayer, Hoy Instituto Tecnológico Bolívar es el hogar por antonomasia, de la INTELIGENCIA de Ambato y del centro del país. Es la casa nutricia en la que ya por casi 150 años, se han formado las mentalidades más lúcidas de esta parte de la patria.
Abierto como centro de enseñanza particular en 1859 y fundado oficialmente el 1861, el Instituto Tecnológico Bolívar rápidamente se convirtió en el símbolo institucional de excelencia educativa en ámbitos nacionales e internacionales que Ambato ofreció al país y al mundo. Y el nombre de nuestro establecimiento nos hermana con la figura mayor de la nación Americana. Con Simón Bolívar, con el héroe, el ideólogo, el maestro, el constructor, el líder de mil batallas, el general victorioso de la guerra. A este epónimo de la valentía americana, que onomásticamente nos cobija, nos encontramos indisolublemente unidos por lazos de la historia, de la espiritualidad laica, de la voluntad irrefrenable de tallar nuestros ideales y conquistar el futuro. Es así que el espíritu bolivariano mora en las aulas que nos rodean y genera la luz perenne que nos guía en los caminos del aprendizaje.
Y aquí, en el mismo regazo académico que hoy nos acuna, se han concentrado por generaciones, por décadas, las juventudes, la muchachada gloriosa. Esa que ha acudido a los libros, en búsqueda del saber, a cumplir rituales de disciplina intelectual. Aquí, por los mismos pasillos que hoy tenemos la honra de transitar, caminaron serenamente maestros de la talla de Juan Francisco Montalvo, de Celiano Monge, Edmundo Martínez (papa Mundo Martínez), de Alonso Castillo, de Pablo Urquizo Nieto, de Homero Soria y tantos otros que enaltecieron nuestro Colegio. Y por las aulas pasaron jóvenes como Juan Benigno Vela, el primer alumno del Colegio, político y escritor de elevada talla; Pablo Balarezo Moncayo, más tarde el máximo poeta de la ambateñidad; Misael Acosta Solís, el sabio amante de las plantas, los bosques, los ríos, que devendría en el padre del ecologismo en el Ecuador; Aurelio Soto, otro inspirado poeta y escritor; Luis Pachano, conductor académico de este establecimiento y más tarde Ministro de Educación; Carlos Toro Navas, primer Rector de la Universidad Técnica de Ambato y cientos, y miles más, que luego de su graduación brillaron en diferentes disciplinas, destilando el saber que el Colegio Bolívar les legó, en cada acto de sus vidas.
Es la presencia de este hogar mas allá de centenario, lo que hoy festejamos y no el simple transcurso del tiempo. Del orden cronológico solo tomamos los ritmos anuales, centenarios, sesquicentenarios, que nos ayudan a dimensionar como la grandeza del espíritu académico e intelectual se ha fijado en el tiempo, persiste en el espacio y se afinca en los corazones de las generaciones que han integrado este plantel, que son, en definitiva, las que nos han precedido y a las que también tenemos el deber de honrar y festejar.
Este es el sentido de la fiesta que hoy nos convoca. Celebrar la persistencia y permanencia de la voluntad genética de la ambateñidad, por caminar por los rumbos históricos, de esta patria indiana y latina, patria bolivariana, patria ecuatoriana, patria americana. Es por esto que hoy, 27 de abril, nos reunimos, como lo han hecho ya año tras año, durante 149 años, nuestros antecesores, nuestra familia espiritual bolivariana.
Y esta reunión, generación tras generación hilvanada en el gran tapiz de la historia ambateña, es nuestro rito iniciático al que humildemente acudimos para invocar una tradición de amor a los libros, amor a la ciencia, amor a la búsqueda de la verdad. He aquí las razones profundas que nos convocan. He aquí el imán que nos atrae y no, solamente, la fecha que hemos marcado en el calendario, a la que por cortesía urbana debemos recordar.
El Instituto Tecnológico Bolívar, así, con su histórico nombre, no necesita recuerdos de cortesía. Necesita la ratificación periódica de sus hijos, de cumplir el destino glorioso de entregarse a la búsqueda del saber, a desentrañar los misterios de las ciencias. En definitiva, de aprender a pensar, para una vez fuera de los claustros académicos, sepamos contribuir a resolver las problemáticas sociales, ambientales, económicas, sepamos retribuir a la sociedad lo que ésta nos proporcionó a través de nuestra noble institución.
Este recuerdo del pasado mediato e inmediato es el estro que nos incita a acometer cada día nuevos desafíos. Solamente comprendiendo en toda su dimensión la significancia que el Instituto Tecnológico Bolívar tiene para nuestro terruño, es que podemos plantearnos las metas futuras. Así como los pueblos sin historia se caracterizan por ser estáticos, los colegios y planteles que no recuerdan ni valoran la suya, se mantienen estancados, anquilosados, pues carecen del elemento básico de la memoria histórica.
Lo opuesto a la memoria, es el olvido. Este puede ser por negligencia, ignorancia o enfermedad. En cualquier caso, el olvido es una muestra negativa para una persona, una institución. Ya el poeta Euler Granda nos decía que "el olvido es la memoria con candado", es decir, un libro maniatado, un ser encarcelado. Y quienes en lo personal no hemos perdido la memoria, tenemos el deber de romper los candados que ocultan, que impiden, que niegan. Y más aún, cuando éstos encierran y niegan la memoria colectiva de nuestra institución.
Este acto de descerrajamiento intelectivo, debe envolver a muchos elementos, actos, circunstancias, personas, que son significativas para nuestra institución. Por eso señoras, señores, quiero solamente referirme a un puñado de omisiones históricas que por falta de memoria las hemos tolerado año tras año., pero que es de decencia y de justicia sacarlos del olvido.
La primera, es dar a conocer, valorar y agradecer en la lejanía cronológica, a quien hizo posible el pago del solar en el que yace el inmueble magnífico en el que hoy nos encontramos. Este benefactor, es un anónimo ambateño el doctor Juan Guerrero Duprat, Colector durante el período inicial del Colegio. El doctor Guerrero Duprat, ya anciano, dio en calidad de préstamo sin intereses, al Colegio Nacional Bolívar, los ahorros de toda su vida: la importante suma de entonces, de 820 pesos, para cancelar la deuda que nuestro Colegio tenía con el señor Joaquín Lalama.
Para entonces, el año 1859, el Colegio Nacional Bolívar, que se inició como entidad privada, contaba con pocos estudiantes y, por tanto, tenía poquísimos ingresos. Consiguientemente, no pudo pagar al doctor Guerrero Duprat la suma por él prestada. Solamente durante el período de la Convención Nacional celebrada en Ambato en el año de 1861, el Presidente de la República, dispuso que se transfirieran los fondos necesarios, para pagar la deuda al doctor Guerrero Duprat, que repito, dio su dinero sin pactar intereses por él. Es por este motivo, que dos años después de su fundación como entidad privada, el Colegio Bolívar pasa a cargo del estado ecuatoriano, como Colegio Nacional Bolívar, lo cual quedó plasmado en el decreto del 27 de abril de 1861.
De ese colector ejemplar y del Presidente de la República que socorrió a la naciente institución académica, el Colegio Nacional Bolívar ha sido huérfano de gratitud durante 149 años.
Si bien Joaquín Lalama es el fundador físico del colegio, éste acto no hubiera pasado de ser un intento bien intencionado, que con seguridad habría fracasado si no se concretaba la consolidación material de la obra, asegurando el solar en el que esta fructificaría.
Pero el fundador espiritual, el sostén académico de nuestro Colegio, con quién también tenemos una deuda histórica, es con su primer rector, el doctor Francisco Javier Montalvo, hombre transcendente y profundo, cuatro veces rector de nuestra institución, Gobernador de Tungurahua en 1869, asistente a la Convención de 1883, miembro del Cabildo Quiteño, Secretario de la Asamblea Constituyente, Diputado por Pichincha, Rector del Convictorio de San Fernando y de la Universidad Central del Ecuador, fundador de los periódicos "La Razón" y "La Democracia". Ministro, Juez de la Corte Suprema, Secretario de la Cámara de Diputados por tres ocasiones.
Al doctor Francisco Javier Montalvo, no se lo ha asociado con nuestro Colegio, y solamente en raras ocasiones se lo menciona en la estadística de rectores de nuestra institución. Ese descuido, esa ingratitud, hoy queremos públicamente terminarlo, honrando su memoria y agradeciendo tardíamente su gestión de hombre de bien y su compromiso cívico con la educación de la provincia.
Hasta las primeras décadas del siglo XX, el Colegio Bolívar, no ostentaba la soberbia y magnífica arquitectura que hoy nos enorgullece y todos admiran. La Casona de estudios en la que nos encontramos, fue el resultado del diseño edilicio del arquitecto Jorge Mideros, y de los planos elaborados por don Francisco Espinoza. Basado en el trabajo de estos dos profesionales, el Rector doctor Víctor Manuel Garcés, presidió la celebración de colocación de la primera piedra, en el año de 1920. A don Jorge Mideros, le debemos también la construcción del Mausoleo de Juan Montalvo y de varias edificaciones en la ciudad, así como de un monumento en piedra, conmemorativo a Juan León Mera, en la quinta de Atocha de su propiedad.
Hoy, a casi un siglo de su buena obra, recordamos a don Jorge Mideros , invocando su genialidad artística y pregonando su indisoluble atadura a la grandeza del Instituto Tecnológico Bolívar.
Quiero también aquí, resaltar el mérito de un hombre muy importante para nuestro establecimiento, persona de profunda condición humana y de gran sabiduría, querendón de su tierra y de su colegio.
Tanto, que por eso se quedó en él, a pesar de mejores ofertas académicas nacionales y extranjeras. Su nombre se volvió leyenda entre las universidades por la calidad de su enseñanza, que se reflejaba en los alumnos graduados en el Bolívar, que eran admitidos en las diferentes centros de enseñanza superior del país. Era un hombre muy respetado y querido por su integridad de persona de bien, por dar más de lo que de él se esperaba. Me refiero al señor doctor Alonso Castillo Villacrés, a quien hoy este colegio, su colegio, rinde sentido homenaje a su memoria y la transmite a su familia través de sus distinguidos hijos aquí presentes. Considero un deber de gratitud y de justicia, recordar aquí a un maestro, con mayúsculas.
Peo un colegio no solamente es un mundo académico. También hay necesidades materiales que solventar, aspectos operativos que realizar. Y en esto, también tenemos personas que han cumplido ejemplares servicios a nuestra comunidad colegial. En esta ocasión, me referiré a un hombre multifacético, que en todas las responsabilidades puestas a su cargo, se desempeñó de manera ordenada y fiel a la institución. Inició sus actividades como artesano tallador de piedra, proveyendo en condición, del material noble de piedra pishilata, con el que el Colegio realizó varias obras. Más tarde, colaboró con nuestra institución como conserje y portero. Esta personas es el señor don César Calvache, a quien le debemos muchas de las estructuras de la hermosa columnata que sostiene y honra a la edificación de nuestro plantel. Varias de esas columnas que hoy admiramos, fueron talladas por la mano creadora del señor Calvache. Y hoy, a varias décadas de distancia de su magnífica obra. tenemos la suerte aún de tenerlo entre nosotros para decirle en su persona: Muchas Gracias "don Calvache" por todo lo que usted hizo en el colegio en donde transcurrió buena parte su vida.
Toda esta trayectoria institucional, el legado edilicio, el cultural, la biblioteca y museo, obligan a las generaciones presentes, a preservarlas como patrimonios tangible e intangible de la ciudad. Pero esa mirada e inspección atenta hacia el pasado, a la tradición de nuestro Colegio, no impide que cubriendo las necesidades del presente, también miremos al futuro.
Toda la tradición, la espiritualidad y el compromiso con la historia del Instituto Tecnológico Bolívar, son el basamento para plantearnos día a día nuevos derroteros de aprendizaje. Es así que buscamos con pasión, con desesperación, recuperar el brillo de nuestro colegio. Que el Bolívar siga siendo el espejo ustorio que concentra la energía del conocimiento y la refleja hacia el futuro. Éste es el desafío que nos hemos planteado en esta administración y en esta empresa están todos invitados a participar.
¿Qué buscamos en el Instituto Tecnológico Bolívar de hoy? ¿Cómo nos planteamos el futuro? ¿Qué –en definitiva- anhelamos? Queremos que el Bolívar, cuidando su magnífica tradición, sea un colegio modero, que imparte los conocimientos que nos permite interpretar nuestro tiempo. Que prepara a sus estudiantes para dar respuesta a los desafíos de esta nueva centuria. Que conduce a la juventud a las fronteras investigativas. Queremos, en definitiva, que del Bolívar salgan las mentes que nos ayudarán a proteger el ambiente; las que propongan nuevas visiones sobre lo social y lo político; las que generen actividades económicas alternativas, respetando al ambiente y a la sociedad. Queremos que del Bolívar los jóvenes pasen a la universidad con amor por descubrir, con deseo de expresarse a través de propuestas de arte, de ciencias, de deportes, de ética, de honradez.
Para esto, estamos planteando que los estudiantes no se limiten a recibir clases, sino que también participen en el diseño de ellas; que se manifiesten, como antaño fue una regla, en torneos de oratoria, de composición literaria; de escenificación plástica; de expresión corporal. Para esto, buscamos crear talleres, foros, concursos. Queremos que el Bolívar eleve su talla académica, de tal manera que le permita otorgar el bachillerato, que navegue –sin titubeos- en las aguas de la globalización. Esta es parte de nuestra propuesta, a través de la cual queremos ofrecer jóvenes con elevado criterio intelectual, de tal manera que el paso por los claustros académicos del Bolívar, sea per se, una ventaja comparativa y competitiva de los estudiantes.
Es de esta manera que queremos recordar y honrar la historia gloriosa de nuestra institución, lo cual es honrar a nuestra querida ciudad, a la provincia y a la patria.
En el contexto de esta empresa, que desde hace pocos meses lidero, quiero, agradecer a mis amigos y compañeros, que estuvieron a mi lado desde los momentos en que se generó una nueva propuesta académica para presentarla como base para optar por la dignidad de Rector del establecimiento; y que siguen acompañándome en los sueños de transformación académica. También agradezco, a quienes mantienen una oposición crítica a la gestión que yo presido, pues eso es saludable en cualquier ámbito en el que se cultive la democracia. A ellos, les animo a que continúen manteniéndose críticos, pero que aún desde veredas opuestas, no dejemos un solo instante de pensar en lograr y mantener la grandeza, la excelencia de nuestro colegio. Entre los valores que aprendí en mi casa, cito los de la tolerancia y el respeto a la opinión ajena. Por eso, no dejaré de escuchar y valorar los criterios de quienes me apoyan y me critican; y, de obtener de ellos lo mejor para dirigir a esta gran nave académica, a mis familiares aquí presentes, en especial a Don Honorato Real Caicedo que mora en la eternidad, hombre trascendente en mi familia, a mis hijos que me inspiran día a día el deseo de superación.
Para finalizar, mi agradecimiento fundamental e íntimo, a Dios, quien me inspiró para que en una lid académica, en la que la única escala de medición fue el intelecto, resulte ser yo el ganador indiscutible y así me convierta, por su gracia, en el Rector del Instituto Tecnológico Bolívar. También gracias a Él, por permitir que este honroso encargo sea durante el período administrativo en el que nuestro Colegio celebre el sesquicentenario de su fundación.
Sirva esta sesión solemne para declarar oficialmente al período comprendido entre el 27 de abril del 2010 y el 27 de abril del 2011, como el Año del Sesquicentenario del Instituto Tecnológico Bolívar. Este período estará jalonado por actos culturales, eventos deportivos, artísticos, entre otros, que darán lustre al hecho mayúsculo a celebrar.
Sírvanse ustedes, queridas amigas, queridos amigos, testificar el inicio de este magno período.
Muchas gracias.
Teatro Lalama – Instituto Tecnológico Superior Bolívar
INSTITUTO TECNOLÓGICO SUPERIOR BOLIVAR AMBATO
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